Coleccion #71

MELODÍAS DE LAS ISLAS Pirotecnias a la inversa se ven como a lo lejos cuando viajas en un avión de noche; las islas o archipiélagos colmados de estrellas en su órbita y cantos arenales con el mar desabrigado en las orillas de sus fronteras libres. Se observan lunares acostados sobre la sábana azul de los océanos. Las islas son un remanso prodigioso para descansar los huesos del estrés acumulado, y una versatilidad de eternizarse en un trópico cualquiera. Las monumentales escalinatas que hacen recorrer sus praderas y respirar ese aire muchas veces con la mixtura del salitre. Las melodías de las islas componen las canciones de la Creación, del espacio deshabitado de nuestra musa. En una isla nacemos y nunca la podemos olvidar, en una isla hay cuentos de españoles e indios, de esclavitud, de resonancia de cañaverales. Las islas son tesoros que guardan los mares, campanitas que se anhelan habitar eternamente, junglas desérticas y cactos que guardan su aroma. El susurro de los ríos y de las cuencas isleñas, el pasadizo de su gente risueña, del porvenir en stand-by, las contraseñas de los desafíos puros, los catálogos de caimanes, iguanas y azucenas son melodías. Las islas crecen en el alma, se rebosan del mantenimiento pueril y de ramificados arcángeles del destierro; pero con esas melodías que emanan, el universo se rinde a sus pies, para reconocerlas como una de sus partes más sensoriales y ponderosas de su existencia. Dios es su dueño.