Coleccion #80

MANUAL DE MATRIMONIO Tú quieres amarme todo el día y toda la noche... y yo te amaría toda la noche para desearte más por el día. Aunque te propongo que dejemos fuera este Manual de Matrimonio. Pero tú querrás cazarme, imaginándome con qué sueño; mientras yo le abriré un agujero a las fantasías para escaparme, cuan-do la misma monotonía que te provoco se convierta en desafiada con mi comportamiento y entonces, ya no serán tan anhelantes como al principio mis piropos, ni seré tan deseado como te decían tus tías solteronas. Un montón de quimeras goteando por la hendija de la irrealidad, eso es lo que trae el Manual del Matrimonio y no se lleva en cuenta los percances que se firman en el acta. Es que el amor compra un boleto a destiempo con el casamiento, para irse habitar donde hay libertad de sentimientos, donde hay poesías en las palabras de los Ángeles que nos merodean, omitiendo el curso de la liberación que perdemos para quedarnos inmóviles y estupefactos en el simulacro en las tantas apariencias. El Manual de Matrimonio necesita una factura antes de cometerse el suicidio injusto, de encerrar dos cuerpos con vida en una cadena perpetua que pesa más, que los grilletes que se arrastran desde la celda hasta la silla eléctrica, el día de una Pena Capital. Hay que rehacer este Manual tan lleno de epígrafes que sólo son epígrafes, les ultrajan el contenido para el engaño de ingerir tradiciones que ya caduca-ron por épocas..., y así nos acribillan con matrimonios inservibles. Nadie es dueño de nadie como para pensar que lo posee. Se puede poseer en la imaginación, pero ahí se suspende la realidad. El Manual del Matrimonio no lo puedo confeccionar yo, no puedo unir los pedacitos que se rompen en su cristal hipócrita y empañado, que se rompe por las tantas veces que tropezamos con él, mintiéndonos y a ciegas con la costumbre en los ojos. Una vez que el Amor ve el desorden del Matrimonio, se encarama en el andamio de la estrechez del corazón. Un Manual de Matrimonio hace víctima a la libertad con ataduras que amordazan las ganas con sus alas, para emprender el vuelo individual que a cada rato hay que iniciar, para sentirse vivo sin compartir siquiera el aire que se respira entre los dos. En realidad, un Matrimonio no lleva Manual... Era sólo un lapso mental que tuve una noche mientras miraba el tejado de esta casa, de la que no soy el dueño ni la alquilo, y por dentro del techo veo este tejado para inspirarme en algo. Así revertí este concepto de Manual de Matrimonio; no sé la razón ni me importa por qué se case la gente, pero sí me duele que me imploren los callos de esta idea que no sirve para nada y, sin embargo, creo que merita solución. Hoy tú, niña presa, quisiera que te cases conmigo, pero como ya conozco el Matrimonio sin Manual, te sugiero que te busques a otro para que jamás te olvides de mí; mientras se te clavará para siempre ese deseo que, sin Manual, me quisiste en matrimonio, y para mí, es para lo único que sirve.